sábado, 2 de octubre de 2010

OVIEDO NO TUVO SU PICASSO

José María García de Tuñón
No hace mucho tiempo que finalicé la lectura del libro de Jesús Salas Larrazabal que escribió en 1987 y al que puso como título: Guernica. Ríos de tinta corrieron sobre las bombas, lanzadas por los aviones de la Legión Cóndor, que cayeron sobre esta localidad vasca el 26 de abril de 1937. La gran mayoría de las informaciones, siguiendo la enorme propaganda de la República, exageraron sobre el número de víctimas que había producido el bombardeo, llegando a barajarse cerca de los dos millares. Sin embargo, un riguroso estudio de Salas Larrazabal llega, en un máximo exceso, a dar la cifra de 120 muertos. Que el nombre de Guernica haya ingresado en la historia como sinónimo de de terror fascista se debe, principalmente, a Pablo Picasso. Éste no pintó su cuadro impactado por el horror. En realidad, recogió unos apuntes realizados anteriormente, pues si se trata de un bombardeo hay que mostrar aviones, y bombas. Picasso sólo pintó un toro, un caballo y una mujer, lo que ha dado motivo a que algunos historiadores se preguntaran: «¿Qué tiene que ver eso con Guernica?».
A Oviedo le faltó un Picasso cuando este mes se han cumplido 74 años de la tragedia que produjeron las bombas de la aviación republicana. Unos 120 ovetenses –coincidencia con el número de muertos de Guernica– que se encontraban en los sótanos de un edificio de la calle Caveda que servía de refugio a cientos de personas, perdieron la vida aquel día, según recoge un diario de la capital del Principado el pasado día 21. Un testigo de aquella matanza, José Manuel García Peruyera, dice que el 10 de septiembre de 1936 perdió a su madre, María Luisa, sus hermanos gemelos, Miguel Ángel y Luis y a sus tías Ángeles y Eloína. José Manuel, que sólo contaba 8 años y que se encontraba en el refugio momentos antes de que cayeran las bombas, pudo salvarse y ahora contarlo, porque su madre le había encargado ir a la farmacia más próxima a comprar unas papillas.
Ahora la obsesión de García Peruyena, es saber dónde se hallan los restos de los cadáveres: «Pueden que estén en la zona de la iglesia de Santullano, debajo de la autopista, porque un cura me dijo que allí estaban enterrados algunos y se supone que los llevaron al viejo cementerio que estaba en el Prau Picón», explicaba durante aquellos días en los que rendía su particular homenaje a las víctimas, recoge el periódico ovetense La Nueva España, quien también añade que hace cinco años entregó una carta a Zapatero, en la fiesta de Rodiezmo, donde solicitaba ayuda para los que, como él, vivieron parte de su infancia entre la bombas de Oviedo y quedaron huérfanos. La ayuda, según parece, nunca llegó, claro, eran muertos del otro lado.

(*) Artículo publicado originalmente en el nº 530 de la revista digital El Risco de la Nava
MERCEDES SANZ-BACHILLER, FUNDADORA DE AUXILIO SOCIALJosé Mª García de Tuñón Aza*

Exageraría un poco si dijera que esta mujer pasó desapercibida para los historiadores, pero no andaría muy lejos de esta afirmación. Sí sorprende bastante que algunos de sus propios camaradas la ignoren por completo en las memorias que nos dejaron escritas: Manuel Valdés Larrañaga, por ejemplo, no habla de ella ni una sola vez; Raimundo Fernández-Cuesta hace otro tanto, aunque la cita en una sola ocasión cuando da la relación de las personas que formaron parte del Primer Consejo Nacional de FET y de las JONS, del que el propio Fernández-Cuesta formaba parte. Sorprende que para José Antonio Girón esta mujer no exista en sus memorias, aunque cita a Javier Martínez de Bedoya, que llegaría a casarse con Mercedes. Éste dice en sus memorias que cuando a Girón le nombraron ministro de Trabajo en cuanto tomó posesión mandó colocar en su despacho un retrato de Onésimo Redondo al mismo tiempo que enviaba un recado a la que había sido su viuda, deseando reparar la injusticia que con ella habían cometido; José Luis de Arrese la ignora también. Otros sí la mencionan: Mercedes Fórmica, por ejemplo, la recuerda en sus vivencias como una mujer «alta, morena, delgada, vestida de luto riguroso, un velo negro sobre los cabellos –signo de dolor vigente en Castilla–, la joven aparecía en los despachos de los personajes envuelta en su desamparo. Llevaba en el vientre un hijo muerto que los médicos le obligaban a guardar hasta el término del embarazo, interrumpido a causa de las penalidades sufridas por la muerte del marido». Pero ahora sigamos con Mercedes Sanz-Bachiller que también se habrá quedado extrañada cuando se enteró de que aquellos camaradas suyos de los años difíciles y que tan altos puestos habían ocupado durante el franquismo, no se acordaran de ella a la hora de escribir sus memorias. Decía también que poco habían escrito sobre esta mujer la mayor parte de los historiadores. Una excepción fue el hispanista Paul Preston que le dedica varias páginas en uno de sus libros, donde llega a escribir que «Mercedes estaba más próxima a Margarita Nelken que a Pilar Primo de Rivera». No es mala la semblanza que hace de ella, aunque abusa demasiado de preocuparse de Onésimo Redondo que nada tuvo que ver con la labor ingente que después desarrolló su mujer. Habría que achacarle asimismo –siempre que tiene ocasión no deja de subrayarlo–, las criticas que hace de los falangistas, para él causantes de todos los males de aquellos meses previos a la Guerra Civil.En el año 2006 el diario El Mundo, con motivo de celebrarse el 70 aniversario de la Guerra Civil, publicó una serie de reportajes y entrevistas con personajes que la vivieron; en algunos casos, como es el de Mercedes Sanz-Bachiller, no llegaron a publicarlos en papel sino que lo colgaron en la red. Como cuenta pasajes de su vida de sumo interés, poco o nada conocidos, he creído oportuno mostrar al lector un resumen, aún así un poco extenso, de lo narrado por ella misma, pues por el análisis profundo que hace merece la pena su lectura:Soy madrileña de Chamberí [nació el 17 de julio de 1911]. Por casualidad, porque mis padres fueron una temporada a Madrid por negocios. Mi historia es francamente triste. Me quedé huérfana a los catorce años. Mi padre murió cuando yo tenía tres años y un poco después murió mi madre. Mis padres estaban separados, algo un poco raro para la época. Mi padre era un hombre de una inteligencia privilegiada y con una imaginación extraordinaria. Debió morir con treinta y pocos años, y ya había ido tres veces a Argentina. Era un espíritu inquieto, un aventurero con ganas de conocer el mundo y de no quedarse en el pueblo. Nació en Montemayor de Pililla, en Valladolid. Mi madre era una mujer de terruño. Muy amante del campo, pero del campo de labrar. Nos casamos [con Onésimo Redondo] el 11 de febrero de 1931 y el 10 de agosto de 1932 se produjo el movimiento militar de Sanjurjo. A Onésimo le vinieron a buscar y le dijeron: «Vete de España, porque van a venir a matarte». Él no había formado parte del movimiento, porque no era militar, pero sí era simpatizante. Se marchó a Portugal, a Curía, y, poco después, fui yo. Onésimo murió el 24 de julio en el pueblo de Labajos. Lo mataron una semana después de producirse el alzamiento militar. Yo creo que fue una cosa preparada. No sé. Hay un gran misterio alrededor de esto. No se sabe si hasta lo asesinó alguien casi nuestro... Es una barbaridad decir esto, pero José Antonio estaba en la cárcel, había cierta rivalidad entre las JONS y la Falange, y la verdad es que Onésimo el día anterior había ido y vuelto sin tener ningún problema. Iba al Alto del León a dar ánimo a los combatientes falangistas. Fue en coche con su escolta, bueno, con un chico, porque a él no le gustaba llevar escolta, con el conductor, que era un íntimo amigo, y con su hermano Andrés Redondo, que luego lo sustituyó como jefe de la Falange. Ellos tres se salvaron, se metieron por los trigos y pudieron escapar. Pero él no, porque, además, les hizo frente.Sucedió así: Al llegar a Labajos les pararon unos individuos que iban en un camión vestidos con camisas azules. Dijeron que eran de la columna de Mangada, pero la verdad es que no se sabe quienes eran. Se detuvieron, porque el camión de los milicianos estaba atravesado en la carretera, de manera que el coche no podía continuar. Entonces empezaron a pegarles tiros.«¡Al de los cordones! ¡Al de los cordones!», gritaban. Lo decían por Onésimo, que llevaba cordones. Primero le hirieron en las piernas y cayó. Desde el suelo, les decía a sus asesinos: «Estáis confundidos, yo no vengo en contra vuestra. Yo vengo a liberaros de muchas cosas que no son justas. Jamás mataré a un hombre con alpargatas». Eso lo decía siempre, porque la alpargata era el calzado habitual de la gente más humilde. Entonces dijeron: «Dale en la cabeza». Y lo remataron. Lo dejaron tirado en el suelo, cubierto de sangre. La vida es así. Hacía tres días que había salido de la cárcel de Ávila. Me quedé viuda con 25 años. ¡Era una niña! Y con tres hijos. Había tenido ya un aborto y cuando me enteré de que lo habían matado perdí también el hijo que esperaba […]. En esos primeros días pensábamos que la guerra iba a durar una semana […]. Jamás pensamos en una guerra civil. Yo enseguida me puse a trabajar. Como creíamos que sería una cosa breve, al Auxilio Social le pusimos el nombre de Auxilio de Invierno. Javier Martínez de Bedoya era ya mi más estrecho colaborador, pero no éramos novios ni nada. Viví los tres años de guerra dedicada en cuerpo y alma a Auxilio Social. Después de la guerra, en el año 1939, me casé por segunda vez con Javier. Yo tenía ya 29 años. Mi boda fue muy criticada, porque yo entonces era la viuda de un héroe. En aquel momento, a Onésimo se le consideraba un héroe con una gran exaltación y con un gran reconocimiento. Sin embargo, hoy ya casi nadie sabe quién es Onésimo Redondo.Javier era un discípulo de Onésimo. Trabajábamos juntos y nos enamoramos. Tenía un año menos que yo y cinco menos que Onésimo [...]. He sido felicísima con él. Hemos cumplido cincuenta años de matrimonio, que ya es raro. Era hijo de un notario y cuando le dijo a su padre: «Mira, me voy a casar con Mercedes», él le dijo: «Ya sabes lo que queremos a Mercedes en esta casa, la queremos muchísimo, pero piensa, hijo mío, que tiene tres hijos, y te quedas con una carga grande». Él dijo: «Eso es precisamente lo que me lleva al matrimonio. Quiero ser el padre de los hijos de Onésimo. La persona que más he querido en este mundo y que más admiro».El 30 de octubre de 1936 se inauguraron ocho comedores de Auxilio de Invierno. Era tal la fe que se tenía en la guerra y tan grande el deseo de liberarnos del comunismo, que la gente no es que respondiese con toda su alma, respondía con todo su corazón […]. Recibí ayudas y colaboración de todo el mundo. Mi única enemiga, porque fuimos un poco enemigas, fue Pilar Primo de Rivera. Son pequeñas cosas que hay en la vida. Nos queríamos mucho, pero tuvimos problemas porque ella era muy absorbente y yo era mujer y tenía el Auxilio Social y ella quería que todo lo que hiciese una mujer le perteneciera y eso no era así. Yo siempre digo que era más inteligente de lo que parecía. No era tonta y estaba preparada. Era la hija de un dictador y en su casa no se respiraba precisamente un ambiente analfabeto, sino todo lo contrario. Pero era mucho menos humilde de lo que la gente creía porque la veían vestida, no mal, descuidada. Yo consideraba que la mujer debía ser siempre femenina, pero ella no. Tenía un poco de calva la pobrecilla, pero no era tan fea. No era ni tan tonta ni tan humilde. Era descuidada. Es una cuestión de coquetería.Dicen que yo copié el Auxilio Social de Alemania. Mi idea original fue dar de comer a los niños de España. Yo no había estado nunca en Alemania, y, además, de julio a octubre no me moví prácticamente de Valladolid. Surgió de una manera espontánea. Yo pensaba: «¿Cómo vamos a permitir que los niños pasen hambre?». Pasaban hambre sencillamente porque sus padres habían sido rojos y estaban en la cárcel o porque sus padres habían muerto en el frente. Entonces pensé: «¿Quién llevará el pan a esos hogares? Nosotros tenemos que sustituir esto por algo que ayude a estos niños a comer». Para mí, entre los niños no hay rojos, ni blancos, ni azules, ni morados. Para mí, el niño es el niño, sea de la clase que sea, y lo mismo me da que proceda de una familia anarquista, que su padre esté en la cárcel o que haya muerto en el frente. Entonces se nos ocurrió la idea de las huchas. Eso sí fue por imitación. Javier lo había visto en Alemania y se le ocurrió copiarlo. En nuestras huchas ponía «Auxilio Social» con unas letras que nos había hecho un dibujante alemán. Parece una bobada, pero era importante que estuvieran bien diseñadas… Con esto se recaudó mucho, pero no era suficiente, de modo que creamos «la ficha azul» […]. Luego, además, tuve una importantísima ayuda del exterior. Eso sí que lo monté yo, con Carmen de Icaza.Una cosa verdaderamente tremenda fue encontrarme con muchas niñas y jóvenes que se habían quedado embarazadas de los soldados. Unos serían de la parte nacional y otros de la parte roja, daba lo mismo. Entonces hicimos una maternidad. Con esto también tuve problemas con Pilar Primo de Rivera. En aquel momento eso de ser madre soltera estaba bastante mal visto. Los conventos y las instituciones religiosas, de las que también sufrí muchas críticas, no las acogían porque no tenían fondos, y por otros motivos. Entonces, estas mujeres venían a mí, y Pilar se indignaba. Yo le decía: «Piensa que tú eres soltera y que no has pasado por la experiencia de tener hijos. ¡Que yo he tenido cuatro, hija mía! Y entonces, una chica de este tipo, cuando se acerca a mí, me habla, o yo le puedo hablar, de una manera que tú no puedes…». Yo creo que llegó a comprenderlo. Pilar sólo me llevaba dos años, pero no era cuestión de la edad. Eran mi experiencia y la suya, que era nula. Yo era una mujer muy moderna para mi época, quizás porque mi formación era francesa y Francia siempre ha ido un paso por delante. Al acabar la guerra quedó una simiente comunista. Franco debió estar tres o cuatro años más, hasta consolidar una democracia, y luego debió marcharse. Quizás el poder hace más que la ambición. Era un hombre honrado, pero no cabe duda de que le pudo el poder.Fue Mercedes una de las mujeres más destacadas en la España de la posguerra, aunque durante esos años, como ella misma reconoció, tuvo «problemas con Pilar Primo de Rivera», y, ésta, en sus memorias, la reconoce como una «mujer dotada de muy buenas cualidades y, muy segura de sí misma, empezó en cierto modo a agrupar a la Sección Femenina» en Valladolid facilitando la ayuda a todas las víctimas fueran del bando que fueran, como así lo reconoce la historiadora Carmen Domingo, cuando escribió: «…los hijos de los odiados rojos no eran merecedores de ayudas por parte del Estado y tan sólo Mercedes Sanz-Bachiller se planteó este problema con miras a solucionarlo». Y así fue como nació el «Auxilio de Invierno» que pasaría a llamarse después «Auxilio Social». La profesora inglesa y periodista Florence Farmborough, que se encontraba en España cuando comenzó la Guerra Civil, se puso al lado de los sublevados y, a través de la radio, hablaba desde Burgos para los oyentes de lengua inglesa. Fue siempre una entusiasta de la labor que desarrollaba el Auxilio Social llegando a escribir: Las muchachas, todas voluntarias entusiastas, todas seguidoras de la Falange, esperan en grupo; con delantales blancos sobre sus vestidos obscuros, con su insignia del yugo y las flechas que destaca sobre el azul marino de sus blusas; están listas para empezar a servir. Las puertas se abren, y entran los hombres y las mujeres. Tienen cuencos y tazones en las manos. Se reparte comida en abundancia para todos; no se piden documentos, no se pregunta nada personal. ¿Qué importa que sean blancos o rojos? Lo que importa es que están hambrientos –eso es suficiente para los falangistas–. Y, si son rojos ¡mucho mejor! Que aprendan la gran lección de que, aunque aprieten el puño con odio –para tomar a la fuerza–, la Falange lo abre para dar con amor.El 30 de octubre de 1936, como ya dijo Mercedes, se inauguró en Valladolid el primer comedor para poco más de cien huérfanos. En pocas semanas los comedores se extendieron por otros lugares de la ciudad y también por otras provincias. Según datos oficiales se abrieron 711 que al año siguiente se aumentaron en 1.265 «donde se alimentaban casi cien mil personas». Un artículo publicado por el escritor sevillano Manuel Halcón, después de su paso por Valladolid, hizo que Mercedes tuviera que trasladarse hasta la capital andaluza para contribuir a que su trabajo tuviera la base de una escala más nacional. En esta capital Pedro de León le hace una larga entrevista donde habla mucho de Ónésimo Redondo, al final, refiriéndose a su trabajo, dice: «…estamos ahora ocupadísimas con la labor del Auxilio de Invierno. Tenemos instalados ya entre la capital y la provincia diez comedores, y esperamos tener doscientos entre todos». A mediados de diciembre se puso a punto la segunda institución que consistía en llevar alimentos para las víctimas de la guerra, principalmente viudas sin trabajo y ancianos. Los alimentos se llevaban en tarteras a las casas donde debían de ser consumidos.Después de tres meses escasos de duros trabajos, comenzaron las primeras dificultades. Una de ellas con Pilar Primo de Rivera que entendía que se estaba metiendo en terreno que pertenecía a la Sección Femenina. En vista de lo cual, pidió entrevistarse con Manuel Hedilla, como jefe de la Junta de Mando Provisional de Falange que era. Éste recibió a Mercedes el 10 de enero, acompañada de Javier Martínez de Bedoya, su más fiel colaborador. «Hedilla decidió que la iniciativa de Mercedes Sanz Bachiller fuese ampliada, desarrollada y extendida a toda la zona nacional. La obra debía comenzar en Salamanca, cuartel general, centro político, residencia de agentes diplomáticos y de periodistas extranjeros. Sería un manifiesto de la Falange que, de modo permanente, llamaría la atención a todos sobre sus obligaciones engendradas por la tremenda guerra. También constituiría –lo que era esencial para Hedilla– una ratificación de fe y de obras cristianas. Que la fe, sin obras, muerta es…». Y como consecuencia, Hedilla extendió dos oficios, uno para Mercedes y otro para Martínez de Bedoya en los que les nombraba responsables de los servicios de Auxilio de Invierno, pero debajo del texto había dos líneas escritas a mano, con letra picuda de mujer, que decían: «Como jefe de la Sección Femenina, encargada de Auxilio de Invierno, Pilar Primo de Rivera». Ambos vieron que Hedilla estaba en manos de los primorriveristas porque al mismo tiempo era destituido, como jefe Territorial de Castilla, Andrés Redondo, sustituyéndolo José Antonio Girón; no obstante, consideraron que no debían meterse en enredos políticos y siguieron con su labor haciendo caso omiso de lo que ocurría ya que contaban con suficientes recursos económicos para no depender de nadie. El abril los sucesos políticos de 1937 se precipitaron de forma rápida. Debido a lo ocurrido en aquellos días en Salamanca entre grupos falangistas, Franco publicó el día 19 el Decreto de Unificación. Esto dio motivo a que Martínez de Bedoya y Mercedes se presentaran de nuevo en aquella ciudad castellana para ver a Ramón Serrano Súñer, a quien transmitieron sus proyectos. Prometió hablar con Franco y «pocos días más tarde conseguimos nuestro objetivo y Mercedes apareció nombrada delegada nacional de Auxilio Social, como servicio independiente y con sus fines bien señalados y reconocidos. Había acabado la etapa de Auxilio de Invierno con las interferencias de la Sección Femenina». A partir de ese momento y con arreglo a los proyectos que tenían, comenzaron a abrir guarderías para los niños que utilizaban las madres trabajadoras, también hogares para huérfanos, etc. Aun siendo abundantes los donativos que recibían, no eran suficientes como para atender tantas necesidades. Fue entonces cuando Mercedes tuvo la feliz idea de constituir los amigos de Auxilio Social en otros países. El primero que visitó fue Portugal y aquí dejó a la enfermera de la Cruz Roja portuguesa, Clarita Lloret, con la responsabilidad del trabajo que la había llevado hasta el país vecino. Luego fue Francia donde conectó con la hija de los marqueses de Villavieja, Pomposa Escandón Salamanca, y con la marquesa de Casa-Pizarro, con el resultado de la formación de un comité presidido por el mariscal Petain. Más tarde, con la experiencia que ya tenía, logró conectar con otros países, incluso de América, que poco a poco le fueron facilitando las ayudas que le eran necesarias.Ya casi terminado el año 1938, Mercedes dirige un mensaje a los delegados provinciales donde les hace ver la necesidad de organizar la solidaridad social de los españoles, necesaria como nunca en aquellos instantes de guerra para mejor servicio de la unidad nacional y expresión del espíritu que animaba a Falange. Las consecuencias lógicas de la actividad constante del trabajo que todos vienen realizando, no sólo son conocidos por su divulgación, sino que las miles de personas que diariamente son atendidas, mejor que nadie han venido proclamando la verdad y las ventajas de la obra de Auxilio Social.Cuando a últimos de enero de 1939 Barcelona cae en poder de los nacionales se instala allí el Auxilio Social. Se encuentran nuevamente en esta ciudad, Martínez de Bedoya, al que le habían encargado de la Dirección General de Beneficencia casi un año antes, y Mercedes. Es cuando el primero cuenta en sus memorias que se declara a la viuda de Onésimo que a ella le pareció una locura por lo que «supondría la boda de la viuda de un héroe de la cruzada, recién terminada la guerra». No obstante a este recelo, el día 3 de noviembre de 1939 se casan en la capilla del Obispo donde sólo asistieron unos pocos familiares de los contrayentes; la boda no cayó bien en determinados grupos falangistas; «su alergia antijonsista –dice Martínez de Bedoya– se disparó de nuevo, sin conformarse con la pieza que en mí habían cobrado; ahora querían la cabeza de Mercedes. El núcleo más visible de la maniobra se condensaba en torno a la Sección Femenina que reclamaba el Servicio de la Mujer, esa organización que para movilizar a las mujeres hacia ciertos trabajos necesarios en las instituciones benéficas habíamos conseguido de Franco». Sí sale en defensa de esta boda Dionisio Ridruejo, quien ha dejado escrito que «aunque para algunos sentimentales y legitimistas aquella segunda boda fuese causa de escándalo, como si se tratase de la violación de un mito. Y fue, en efecto, una desmitificación que devolvía a la heroína su estatura humana, lo que, a mi juicio, es siempre cosa positiva».Ya finalizando el año tuvo lugar el Congreso Nacional de Auxilio Social que inauguró el general Agustín Muñoz Grandes, como ministro general del Movimiento: «Para que sea una realidad esta esperanza y emprender el camino de grandeza de nuestros muertos, es preciso que nuestro espíritu no decaiga, que vibre el alma de nuestra raza, que siempre responde cuando se la llama al combate y el combate no ha cesado, ni mucho menos». Ramón Serrano Súñer tenía reservada la clausura. Es entonces cuando Mercedes comenzó a sospechar que éste trataría de enviarla a casa y reducir el papel de Auxilio Social al mínimo entregándolo, además, al grupo primorreverista. En el teatro Español aquella mañana del 21 de diciembre estaba todo el cuerpo diplomático, el Nuncio Cicognani, altas personalidades del Estado y los congresistas. En el escenario, era la clausura, solos Ramón Serrano Súñer y Mercedes Sanz-Bachiller. Ante cientos de personas, el primero les dijo que Auxilio Social «se trata de una función pública ejercida por delegación de la Administración, ésta debe reservarse la dirección: la apreciación de la necesidad de establecimientos, normas generales, etc. Aun sin llegar a atribuirse un monopolio a Auxilio Social, debe tenderse, resueltamente, a que el Partido vaya regentando la mayor cantidad de obras sociales nuevas». Mercedes aguantó el chaparrón como pudo, mientras que para Javier Martínez de Bedoya todo estaba muy claro. Así lo dejó escrito en sus memorias:Se daba cauce a todos los resentimientos que en ciertos sectores había provocado Auxilio Social con su éxito, con sus recursos propios, con su estilo nuevo y alegre, con su enfoque de que la madre de niños necesitados pudiese trabajar sin dejar de verlos todos los días, sin renunciar a ellos. Se quería absorber todo por el Estado, se recomendaba plantear la acción otra vez a través de la vieja beneficencia oficial, y se pretendía suprimir el eco y la influencia sobre las mujeres trabajadoras que soñaban con guarderías infantiles y jardines de infancia donde pudiesen dejar a sus hijos durante su jornada laboral. Para casos extremos de pérdida del padre y de la madre, Auxilio Social tenía hogares infantiles, pero era absurdo montar una política social auténtica sobre la base parcial y reducida de los orfanatorios, olvidando el amplio espectro de la madre que trabaja por necesidad –máximo en aquellos momentos– para la cual no solo las instituciones aludidas, sino los comedores colectivos, representan un alivio.Mercedes, aconsejada por su marido, fue a ver al general Muñoz Grandes para que transmitiera a Franco su preocupación por las palabras que había pronunciado Serrano Súñer en la clausura del Congreso. A los dos días recibe una llamada del general dándole cuenta de la conversación mantenida con Franco que después de escucharle sin interrumpirle un momento, comentó: «Estimo mucho a Mercedes por sus cualidades y por lo que hace, sin embargo ha concitado muchos enemigos a la vez. Vamos a tratar de ganar tiempo». No fueron estas palabras las mejores que Mercedes esperaba escuchar, pero mientras Franco resistiese ella esperaba resistir. Ganar tiempo para Franco fue firmar un decreto de traspaso a la Sección Femenina del Servicio Social de la Mujer. Pero esto no contentó a los que habían comenzado a maniobrar para quitar del medio a Mercedes y un editorial del diario Arriba echaba por tierra las pocas esperanzas que aún le quedaban. Se entrevistó con Pedro Gamero del Castillo, ministro sin cartera, y vicesecretario del general Muñoz Grandes, para exponerle lo absurdo de la situación. Su respuesta fue: «Nada práctico puede hacerse cuando la parte más oficializada del Partido se ha declarado beligerante en la cuestión». Efectivamente, el 9 de mayo de 1940 la Junta Política recibió de Franco luz verde para proceder a los nombramientos de la nueva etapa de Auxilio Social. El abogado Manuel Martínez de Tena sustituyó a Mercedes, y Carmen de Icaza ocupó la Secretaría Nacional; ambos procedían del equipo inicial de Valladolid, es decir, habían sido sus colaboradores. Pero a Mercedes aún le quedaba el Consejo Nacional; la maniobra no había conseguido del todo sus objetivos. Aquel deseo de José Antonio Girón de querer reparar el daño que se había cometido en la persona de Mercedes, surtió efecto cuando por su mediación Serrano Súñer la nombra del Consejo de Administración del Instituto Nacional de Previsión, órgano promotor de la Seguridad Social. Desde este nuevo cargo, la mayor preocupación de Mercedes fue porqué razones no llegaban al campo los seguros sociales. Llegó a la conclusión de que el obstáculo principal era la falta del censo que diera el número de trabajadores agrícolas. Después de mucho cavilar se acordó de los cientos de delegados locales de Auxilio Social ligados a ella. Estaba a punto de comenzar con el censo cuando la llamó Álvarez de Sotomayor, secretario nacional de Sindicatos, para pedirle que trabajase en Sindicatos en este campo de la previsión social donde nada tenían hecho. Aceptó de buen grado y pronto redactó una circular fundacional de la Obra Sindical de Previsión Social en el que uno de los puntos era lograr su extensión a la vida rural. Pidió a todos sus antiguos colaboradores de la España del campo, la ayuda necesaria para conseguir el ansiado censo nominativo de todos los trabajadores agrícolas; tardó algo más de un año en hacerse con él, pero por fin los sufridos trabajadores del campo podían disfrutar de unas ventajas sociales que antes no tenían. Al mismo tiempo, fue nombrada procurador en Cortes por los Sindicatos.En enero de 1947 con motivo de la visita a España de Eva Duarte de Perón, tuvo que atenderla cuando mostró su interés en conocer directamente realizaciones sociales entre las que estaban la visita a guarderías infantiles. Una de las preguntas que se le ocurrió a la mujer del presidente argentino fue dónde más mortalidad infantil había, si entre los hijos de los obreros acogidos en una de esas guarderías o entre los que se quedaban en casa aguardando el regreso de sus madres del trabajo. Obviamente la respuesta fue que morían más, según las estadísticas, los que se encontraban en la última situación porque los primeros tenían mejor asistencia sanitaria, sobre todo preventiva, y su alimentación estaba más racionalizada. Este mismo año, Mercedes tuvo que trasladarse hasta Granada para ver a su delegado de la Obra de Previsión Social y hacer frente a varias cuestiones, entre otras: resolver los problemas que tenían con los maquis quienes en alguna ocasión desvalijaron «los fondos que los corresponsales traían del Instituto Nacional de Previsión para el pago de los seguros, los cuales, en definitiva, a manos de los más necesitados iban a parar». Incluso en cierta ocasión se llegó a dar el caso que algunos de esos corresponsales llegaron a pagar con sus vidas la defensa de aquel dinero destinado para socorrer a los más pobres. Al año siguiente, en el mes de julio, víctima de un cáncer, fallecía Onésimo Redondo Sanz-Bachiller. La muerte de su hijo la tuvo apartada prácticamente de la política; ni tan siquiera la concesión de la Y de plata que le impuso el ministro secretario general del Movimiento, José Solís, sirvió para animarla; aunque su interés por los asuntos sociales y políticos seguían presentes en sus sentimientos. En 1967, por ejemplo, escribió un artículo titulado La representación sindical en las Cortes no tiene a ninguna mujer: «Creía –dice Paul Preston– que era absurdo que la excluyeran a ella personalmente, pero era igualmente absurdo que no hubiera otras mujeres. Fue una prueba de que su prestigio perduraba en la España franquista que, en cuestión de horas, su artículo provocara por parte de las autoridades sindicales una respuesta que de forma cómica se mostraban dolidas». La seguridad social en la mujer en todos los órdenes, fue también una de sus mayores y grandes preocupaciones. En el Congreso Internacional de la Mujer celebrado en Madrid en 1970, Mercedes presentó una interesante comunicación: se refirió a las mujeres que al casarse abandonaban el trabajo que venían realizando y quedaban excluidas de la protección personal de la Seguridad. Por eso terminaba preguntando: «¿Qué se hicieron con sus cuotas?». «¿A quienes beneficiaron?». Finalmente dejó toda acción política y su figura y su obra pasaron casi al olvido. Revistas de la Sección Femenina como, Medina, Y, Teresa y Consigna, apenas la recordaban, ni tan siquiera publicaban fotografías suyas. El 24 de marzo de 1991 fallecía su esposo Javier Martínez de Bedoya. Con esta muerte, el luto volvía a empañar su corazón muy debilitado desde que muy joven perdió a su primer marido Onésimo Redondo y más tarde al hijo de ambos, sin olvidar la pérdida del que traía en el vientre cuando en Labajos matan a uno de los fundadores de las JONS, con quien se había casado pocos años antes. Esta nueva desgracia, que hundía un poco más su vida, hizo que tuviera que vestirse otra vez de riguroso luto y, sobre sus cabellos, tuviera que volver a poner un velo negro. Pocos días antes pasaba por otro trago amargo cuando el día 17 muere Pilar Primo de Rivera con la que había tenido muchas diferencias en el campo social y político. Cuando se entera de esta desgracia, en un momento en el que su marido se encontraba gravemente enfermo, aún pudo sacar fuerzas para enviar esta emocionada carta al director del diario Abc:Señor director: Ha muerto Pilar: luchamos juntas muchos años, discrepábamos en algunos aspectos, pero teníamos los mismos ideales.Nadie podrá decir de ella más que entregó toda su vida y su trabajo a una España en la que creía y a la que amaba con la misma pasión que su hermano.Su vida fue austera y hasta de una modestia extremada, sin olvidar nunca la dignidad de una Primo de Rivera.Pilar realizó a través de la Sección Femenina (tan injustamente olvidada hoy) una gran labor de formación de la mujer, y aun dando la valoración necesaria al papel que ésta tiene que desarrollar en la familia, impulsó y alentó siempre la participación femenina en la vida política, social y cultural de España.Disentimos muchas veces, Pilar, pero siempre nos sentimos unidas en comunes ideales. Descanse en paz.Fdo. Mercedes Sanz-Bachiller.Desde ese año su silencio se vuelve más profundo. No se la ve, no se la oye, no sale en los periódicos ni en ninguna revista, hasta que un día a Francisco Umbral se le ocurre publicar una novela titulada Capital del dolor, que cita a Onésimo Redondo olvidando lo que un día escribió Camilo José Cela: «En literatura no hay que decir verdad, es cierto, pero se debe evitar decir mentira». Y esto es lo que precisamente no cumplió Umbral porque su libro está lleno de falsedades y la verdad hay que buscarla aunque se encuentre oculta, cosa que no hizo porque de haberlo hecho su sucio juego carecería de sentido. Ello dio origen a que Mercedes le enviara una carta a la que le acusa recibo en uno de sus artículos: «…tengo que decir que me escribe mi querida Mercedes Sanz Bachiller, paisana sentimental y viuda del mítico Onésimo Redondo, haciéndome algunas puntualizaciones sobre la hombría de bien de su marido. Todas las acojo, admito y difundo, pero no olvides Mercedes que Capital del dolor es una novela y no un libro de Historia, aunque los historiadores coinciden en lo ajustado de mis datos. Un abrazo».Como Umbral no da los nombres de los historiadores que dice coinciden con él, vamos a señalar algunas de las falsedades que escribe. En la página 16, por ejemplo, se despacha de esta forma: «Onésimo Redondo, un buen estudiante de Quintanilla que trabajaba de oficinista y había estado en Alemania visitando de cerca el nazismo». Eso es mentira, y grande, porque de todos es sabido que Hitler llegó democráticamente al poder en el mes de enero de 1933 cuando es nombrado canciller del Reich, y Onésimo llega a Alemania, después de obtener una beca (como dicen sus biógrafos) en le mes de octubre de 1927 para asistir a las clases de español en la Escuela Superior de Comercio de la Universidad de Manheim, regresando definitivamente a España en agosto de 1928. En la página 18 le llama «señorito con fincas», cuando sus padres eran gente sencilla, labradores humildes que vivían en un pueblo castellano que sólo tenía modestas casas, campos de trigo y eras donde los sembradores amontonaban el grano recogido. Se lo recordaba su hija, que sentía verdadera pasión por su padre a quien apenas había conocido, en el diario Abc en la carta que envió al director:Sr. director: Onésimo Redondo era abogado y no poseyó nunca ninguna finca. Empezó a defender a los agricultores de su provincia como asesor jurídico del Sindicato Remolachero, antes de iniciar cualquier lucha política. Estos agricultores estaban oprimidos por los créditos usurarios y las condiciones impuestas por una sola fábrica de azúcar. En sus años de lucha política no había «caudillos» en Valladolid. Ledesma Ramos vivió siempre en Madrid y Girón de Velasco era un estudiante más entre los jóvenes jonsistas. Es afirmación grave por calumniosa, decir que Onésimo fundó la «brigada del alba». Para aclarar si esto fue posible reivindico sus «éxitos» frente a los «socialistas perdedores: Agosto 1932-enero 1934: Onésimo está exiliado en Portugal. Febrero 1936-19 julio 1936: Prisión en Valladolid y luego en Ávila. 24 julio 1936: Muerte en Labajos». Este es, pues, su «triunfo», morir a las 31 años.A los sesenta años de su muerte inventar un personaje literario llamado Onésimo Redondo no me parece legítimo. Pido para él respeto a la desnudez de su entrega. Ninguna mentira podrá quitarnos a mi hermana Pilar y a mí el honor de la memoria de nuestro padre. Fdo. Mercedes Redondo.El once de agosto de 2007 fallece en Madrid Mercedes Sanz-Bachiller Izquierdo, «viuda de D. Onésimo Redondo Ortega y de D. Javier Martínez de Bedoya y Martínez-Carande», así reza la esquela que le pusieron sus hijas Mercedes, Pilar y Ana. Su muerte pasó casi inadvertida para la casi totalidad de los medios. Un homenaje a su memoria, firmado por quien estas líneas escribe, divulgado en la revista digital El Risco de la Nava, nº 385, yuna extensa necrológica publicada en Abc, que firmaba Manuel Penella, fueron, casi con seguridad, unas de las excepciones habidas. El periodista del diario madrileño, terminaba su escrito con estas palabras:En mis trabajos de campo, he sido depositario de muchas confidencias informales, unas sonrojantes por la arrogancia de mis comunicantes, otras penosas por referirse a paseos al amanecer. Diré que las relativas al Auxilio de Invierno, de personas que no habían olvidado la ayuda recibida, fueron, por contraste, muy consoladoras para mí. Los beneficiarios anónimos no me hablaron de Mercedes Sanz-Bachiller sino de su obra, a la que se podía acudir sin miedo a las represalias; de allí el agradecimiento. Me llamaron la atención, claro es, sobre la ironía de haber sido realmente ayudados por «los mismos que les había arrebatado a sus padres o maridos. Que esa ironía fuese posible se lo debemos a Mercedes Sanz-Bachiller. Descanse en paz».Y así terminaba la vida de una mujer cuyo camino no fue precisamente un camino de rosas y que ahora envidiosos personajillos, salidos de las más obscuras cavernas, tratan de mancillar su nombre y su trabajo.
* José Mª García de Tuñón Aza es licenciado en Ciencias Económicas y escritor. Artículo publicado originalmente en el nº 137 de la revista Altar Mayor.

martes, 14 de septiembre de 2010

HISTORIAS DE LA VERDADERA HISTORIA (*)

José Mª garcía de Tuñón
Un buen amigo mío me ha dejado hojear un libro de texto que este curso, y anteriores también, van a estudiar los alumnos de bachillerato que han comenzado sus clases en un colegio dirigido por jesuitas. Referirme a todas las historias de la Historia que sus autores Carmen Cortés Salinas y Juan Fernández-Mayorales nos cuenta ocuparía, lógicamente, demasiado espacio del que no dispongo, por eso voy a referirme a un par de muestras de nuestra Historia siguiendo los pasos que nos ha marcado el inoperante Zapatero con su memoria histórica, que, en parte, es la que les falta a los autores del libro que no dicen toda la verdad, solamente la que a ellos les interesa.
Cuando a los futuros estudiantes les explican cómo llegó a la II República a España, se limitan a escribir: «El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República en medio del entusiasmo popular y se formó un gobierno provisional que convocó elecciones a Cortes constituyentes». Pero lo que no dicen, tergiversando así la verdadera Historia, es que dos días antes se habían celebrado unas elecciones municipales –en ningún momento hablaban de cambio de régimen– y ganaron claramente las candidaturas monárquicas por un amplio margen, sin embargo los republicanos y socialistas victoriosos en las principales ciudades, consideraron que el único voto válido era el suyo dando motivo a que el rey Alfonso XIII abandonara España para siempre.
Los autores del libro dan un salto en la Historia y dicen a continuación que «las elecciones de junio dieron el triunfo a los partidos de centro izquierda», pero bien que vuelven a callarse, es decir, a no escribir ni una sola línea, de lo que ocurrió con la quema de conventos, en mayo de ese mismo año, donde, además, el primer incendio se produjo en la Residencia de los hijos de San Ignacio de la calle de la Flor de Madrid, como ha dejado escrito Miguel Maura, entonces ministro de la Gobernación. La famosa justicia inmanente ensalzada por Azaña ya estaba ahí. Así, pues, en ese colegio dirigido por jesuitas, como ya he dicho, no parece importarles mucho que en el libro de Historia que estudian sus alumnos se oculten hechos históricos como el que acabo de citar.
A la revolución de octubre de 1934 le dedican no más de media docena de líneas para terminar diciendo que «el levantamiento de Asturias fue sofocado por el Ejército de forma sangrienta». Aunque nada dicen en qué consistió esa forma sangrienta para poder juzgar con objetividad, se callan lo ocurrido a los 34 sacerdotes, frailes y seminaristas que asesinaron en Asturias, además de la voladura de la Cámara Santa y la quema de la Universidad, etc. etc.
En fin, ahora sólo queda espacio para decir que esto es lo que hoy no enseñan a los alumnos de bachillerato y otros consienten que así sea. Tan responsables son los que no cuentan toda la verdadera Historia, como los que consienten que no se cuente.

(*) Artículo publicado en la revista digital El Risco de la Nava nº 528

martes, 11 de mayo de 2010

LAS VUELTAS QUE DA LA NORIA

José Mª García de Tuñón (*)

No descubro nada nuevo si escribo que la mayoría de las cadenas que se pueden ver en España están al servicio de este mal Gobierno que nos ha tocado sufrir. Hace poco tiempo, en una de esas cadenas que, salvo excepción, no suelo ver, tuve voluntariamente, eso sí, que soportar lo que sobre Falange decían en ese programa sectario llamado La Noria que dirige el intransigente e intolerante Jordi González. Comenzó aquél mostrándonos unas imágenes que nada tenían que ver con Falange Española de las JONS, es decir, mezclando secuencias de grupos de la ultraderecha que portaban banderas y emblemas que nunca pertenecieron al partido fundado por José Antonio, pero que a Jordi le daba lo mismo, el caso era manipular la Historia algo que, por otro lado, dudo mucho que el indocumentado Jordi conozca. Una señorita, manipuladora ella y con un gran desconocimiento asimismo de la Historia, decía, sin que le cayera la cara de vergüenza, que Falange Española de las JONS había sido el partido único de Franco olvidando el Decreto de Unificación del 19 abril de 1937; habló también del Cara al sol como el himno franquista cuando lo era de Falange Española de las JONS, y que se llegara a cantara durante el franquismo esa es otra historia; leyó asimismo una serie de ideas que nada tenían que ver con Falange Española de las JONS; se refirió a símbolos preconstitucionales en clara alusión al águila de San Juan que todavía hoy algunos grupos ultraderechistas exhiben en las banderas españolas cuando ese calificativo, tan extendido por parte de indocumentados periodistas, no saben que en el momento en que se aprobó la Carta Magna, el escudo oficial de España era y fue hasta 1981 el águila de San Juan. Estos picaros de La Noria nada dijeron de los que en sus manifestaciones en vez de portar la actual bandera española portan banderas republicanas que, por lo visto, para ellos sí son constitucionales.
Terminada esta serie de enredos, de engaños, de mentiras y lo que es peor, de falta de rigor histórico, entró en liza, en primer lugar, María Antonia Iglesias, la que, según Pedro Ruiz, necesita un exorcismo y a la que otro día el humorista le preguntaba en otro programa de La Noria: «Es puta o no es puta Vd». María Antonia Iglesias calificó el nombre de Falange Española de las JONS como «siglas esperpénticas que suenan a horror y a brutalidad». Por su parte Pilar Rahola, aquella que un día dijo a un policía que iba a ponerle una multa: «Vd. no sabe con quien está, hablando», y a la que también María Antonia Iglesias cuando estaban en campos contrarios le soltó aquello de: «eres una judía practicante, de los que predican el terrorismo militar contra los palestinos», subrayó que no se puede comparar a Falange Española de las JONS «con el Partido Comunista, ni con Carrillo, ni con los nacionalistas catalanes, Convergencia o Esquerra, que lucharon por la democracia». Después tomó la palabra Enric Sopena que fue miembro del Opus Dei y que hoy está al otro lado de la orilla combatiendo siempre que puede a la Iglesia y sus representantes a los que, incluso, llama manipuladores, es decir, ningún camello ve su propia joroba, porque en España hay muy pocos tan manipuladores como él que al igual que sus dos compañeras del cartel defendió la democracia del Partido Comunista.
Este trío está en su derecho, faltaría más, de defender todo lo defendible y hasta lo indefendible, pero lo que no está en su derecho es el tergiversar la Historia porque no es cierto que Falange Española de las JONS fuera el partido único que gobernó durante el franquismo porque como tal dejó de existir el día del Decreto de Unificación que ya ha sido citado. Olvidó asimismo que Franco se rodeó también de políticos democristianos, monárquicos, liberales, conservadores, tradicionalistas y de otros que iban por libre y que, por supuesto, ninguna de esas corrientes tenía que ver con la Falange fundada por José Antonio, ni con el híbrido que vino después donde entraron gentes de todos los colores que nada tenían que ver con la Falange fundacional.
Han defendido sus ideas, lógicamente, y hasta han ido más allá llamando demócrata a Carrillo el de Paracuellos, al que, según el trío, la transición le debía no sé cuántas cosas, pero lo que no se entiende, al menos no lo entiendo, es que Falange Española de las JONS para ellos merezca en estos momentos el fuego eterno, además de ser ilegalizada, cuando quien de verdad trajo el cambio hacia la democracia que tenemos hoy fueron las Cortes franquistas que estaban llenas de camisas azules, aunque desconozco si quienes las vestían eran o no falangistas. Pero sí sé que fue precisamente el sobrino de José Antonio, Miguel Primo de Rivera, quien ante esas Cortes defendió el Proyecto de Ley para la Reforma Política presentada por el Gobierno de Adolfo Suárez, otro camisa azul, porque, dijo, «es la hora de la consulta». Detrás de ambos, Torcuato Fernández-Miranda, que también vistió la camisa azul. Habría que recordar a los manipuladores de la historia que la votación que vino después de la participación de Primo de Rivera, dio el siguiente resultado: 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones con lo que el Proyecto de Ley quedaba aprobado, es decir, de esta manera se acababa con la estructura jurídica del régimen anterior. De todo esto y de los hombres que acabo de citar y otros más, nada dijeron esos tertulianos que más bien se dedicaron a contarnos mentiras o medias verdades que siempre es algo peor.
En la otra parte de la mesa estuvieron los periodistas, Isabel Durán, Ángel Rojo y uno más, cuyo nombre siento no recordar, del Grupo Intereconomía. Ninguno se declaró falangista, era claro, pero defendieron sus propios puntos de vista y, entre ellos, el convencimiento de que el partido Falange Española de las JONS no debiera de ser ilegalizado.Por último, el sectario Jordi González se acercó hasta donde estaba el representante de Falange Española de las JONS, que era como si fuera un convidado de piedra, que asombrado asistía el espectáculo lamentable que estaba ofreciendo el trío, y sin casi dejarle pronunciar palabra volvió sobre si le parecía bien la exhibición de banderas preconstitucionales. A lo que Jorge Garrido, que así se llamaba el falangista, le contestó lo que le tenía que contestar, es decir, que la Constitución se firmó bajo la bandera que portaba el águila de San Juan, que al parecer tanto obsesiona a la izquierda que les lleva a decir todas esas tontería que dicen es preconstitucional demostrando de esta manera una gran falta de cultura histórica. Después, sin casi dejarle decir una palabra más, Jordi González lo despidió, pero eso sí, con gran talante democrático.

(*) Publicado en el nº 511 de la revista El Risco de la Nava.
EL EJÉRCITO ROJO

José Mª García de Tuñón
Ahora hay unas cuantas cadenas de televisión que tienen tertulias –la política es casi siempre el tema principal–, muy interesantes. Se aprenden muchas cosas y sorprenden otras. Hace algunos días en Telemadrid se hablaba de la Guerra Civil española cuando Casimiro García-Abadillo, creo que fue este periodista, en un momento hizo alusión al «Ejército Rojo». Para crear tensión en la tertulia, siguiendo las enseñanzas de ZP cuando hablaba de «dramatizar» porque era bueno para los socialistas, su compañero de velada el historiador y catedrático de Ciencias Políticas Antonio Elorza, sin casi dejarlo terminar, lo corrigió diciendo: «¡Ejército Republicano!». Podía también haber dicho «Ejército de Héroes», como escribe Carrillo, o «Ejército Popular», como dijo Pasionaria. En fin, podía haber mencionado y formulado lo que hubiera querido, cuando le tocara el turno, menos corregir a su compañero porque no estaba diciendo ninguna barbaridad. La barbaridad la estaba cometiendo el catedrático por corregir lo que estaba bien dicho
Este señor Elorza sabe muy bien que las bibliotecas y hemerotecas están llenas de referencias al «Ejército Rojo», lo que ocurre es que en ese momento prefirió provocar, es decir, crear tensión, y meterse en donde nadie lo llamaba, intentando matar la inteligencia de quien dice cosas distintas a las que uno desea que diga. El comunista Narcis Molins i Fabrega, refiriéndose a la Revolución de Asturias, ya citaba varias veces al «Ejército Rojo». El también comunista José Díaz dijo, antes de que comenzara la Guerra Civil: «Queremos una sola milicia. Ni camisas rojas ni camisas azules, una sola milicia que sea embrión del Ejército Rojo de España».
Olvidaba también el corregidor que a Ciudad Real los rojos le cambiaron el nombre por Ciudad Roja, que al Cerro de los Ángeles lo llamaron Cerro Rojo, y que a Porto Cristo (Mallorca), le pusieran el nombre de Puerto Rojo. El poeta Emilio Prados, que formó parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, escribió estos versos: Vengo de Málaga roja / de Málaga roja vengo. El también poeta y ensayista Juan Gil-Albert Simón fundó en Valencia la revista de poesía El Buque Rojo que se unía a la larga lista de títulos como Frente Rojo, Alba Roja, Carriles Rojos, Heraldo Rojo, etc. Por cierto, Gil-Albert después de sufrir exilio en Méjico y Argentina, volvió a España en 1947, es decir, fue uno de tantos intelectuales que retornaron a su Patria y que al parecer los de la memoria histérica aún no se han enterado. Y, para terminar, desde la simple anécdota, decir que el Ejército Rojo tuvo un general que se apellidaba «Rojo», Vicente Rojo Lluch. O sea, la palabra «rojo» aparece por todos los lados dentro del lenguaje que la izquierda usaba en aquellos años, no sé porqué entonces molestó tanto al catedrático Elorza lo que dijo el periodista.

lunes, 26 de abril de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ
EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

José Mª García de Tuñón
Aunque aún no se han cumplido los cien años del nacimiento del poeta de Orihuela, será el 30 de octubre próximo, en toda España, también en algunas naciones de América, incluso de Asia y África, se recuerda al autor de El rayo que no cesa, conmemorando su centenario. Hasta donde he leído, he visto que más que su calidad como poeta recuerdan su afiliación comunista, pero nadie dijo que Rafael Alberti «no soportó le robara la etiqueta de poeta de la revolución». En uno de esos homenajes que se están celebrando me ha llamado la atención el que protagonizó el escritor y ex secretario del Partido Comunista de Andalucía, Felipe Alcaraz Massats, quien aprovechó la ocasión para hablar de política en vez de referirse más a la obra del poeta Miguel Hernández, porque dijo: «Estamos viviendo la democracia de los vencedores». Es decir, quería que estuviéramos viviendo la de los vencidos, o sea, la de Largo Caballero, la de Pasionaria, la de «¡Viva Rusia!», en definitiva, la democracia estalinista que provocó millones de muertos y convirtió a media Europa en una gran prisión.
Por otro lado, Alcaraz recordó a García Lorca, pero nada dijo que éste poeta odiaba al de Orihuela, detalle que Saramago jamás olvidó: «El talento del genio no le da derecho a menospreciar a los demás y eso no se lo perdono a Lorca». El ex secretario comunista olvidó contar también cuando Miguel Hernández irrumpió en el edificio de la Alianza en Madrid y al ver el festín que estaban preparando mientras otros morían en el campo de batalla, dirigiéndose a Alberti, le dice: «Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta». Al escuchar María Teresa León estas palabras le pegó una bofetada, según ella misma ha dejado escrito. En fin, que con tantos olvidos, el comunista olvidó que los falangistas quisieron esconder a Miguel Hernández para que no fuera detenido. Al no conseguirlo, por una serie de errores del propio poeta, fue juzgado y condenado a muerte por lo que uno de los primeros afiliados a Falange, Rafael Sánchez Mazas, se entrevistó con Franco y obtuvo que le fuera conmutada esa pena por la inferior en grado que serían treinta años.
Sobre la intervención de éste y otros falangistas en favor de Miguel Hernández casi todos lo han obviado: no lo han tocado de pasada, ni tan siquiera de soslayo; solamente se han referido a ellos las asociaciones culturales Ademán y Fernando III, de Sevilla, en un acto celebrado recientemente en la capital hispalense donde intervinieron Javier Compás, vicepresidente de Ademán, el jefe de la sección de Edición de Abc de Sevilla, Romualdo Maestre, y el escritor Aquilino Duque –con quien tuve la suerte de formar cartel en un par de ocasiones–, que glosó la figura de Miguel Hernández a través de la lectura de varios de sus poemas, recordando también lo que le contó el poeta sevillano Romero Murube el día que el autor de Andaluces de Jaén llegó al Alcázar en el momento en que en él se alojaba el mismo Franco que había llegado a Sevilla para celebrar el desfile de la Victoria.

martes, 20 de abril de 2010

CRISTINA ALBERDI

José Mª García de Tuñón (*)
Es una señora que se gana la vida con su título de abogada, que en un tiempo fue ministra con Felipe González y que ahora, en época de crisis, para reforzar sus ingresos aparece de tertuliana en algunas televisiones. Según a qué plató vaya se viste con piel de cordero o con piel de lobo feroz. La semana pasada en Telemadrid fue vestida con la de canis lupus, y usando su derecho, faltaría más, defendió por activa y pasiva al juez Garzón. A mí me pareció normal, aunque otros tertulianos no usaron la misma vehemencia en defensa del juez estrella. Lo que me pareció más estrambótico por parte de esta señora es que después de acabar su defensa en beneficio del juez, finalizara disgustada porque quien intenta sentarle en el banquillo sea Falange Española de las JONS, partido que, según ella, debiera de estar prohibido en España lo mismo que en Alemania no dejan que se legalice el partido nazi. Este lenguaje fuera de lugar, dicho, además, con muy mala intención porque no hay posible analogía, demuestran que amén de desconocer la historia se une al coro de los que intentan que aquí siga habiendo dos Españas, pues por lo que estamos viendo y oyendo parece que hay quien se empeña en que continúen vigentes aquellas palabras del poeta cuando se refirió a que una de ellas «ha de helarte el corazón».
Falange Española jamás provocó una guerra mundial, ni tan siquiera una revolución como la han provocado los socialistas –partido al que ella pertenece o ha pertenecido– en 1934, donde en vez de reivindicar mejoras salariales para todos los trabajadores, se dedicaron a asesinar a sacerdotes y religiosos –incluso a obreros que ningún mal habían hecho y que con seguridad percibían salarios más bajos que los de sus propios asesinos–, además de volar la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, quemar la Universidad y docenas de edificios más de misma ciudad, que nada tenían que ver con esa revolución social que nos han querido meter de contrabando. Falange Española no ha tenido un Paracuellos como lo ha tenido Santiago Carrillo que, además, para vergüenza de todos un día a no se sabe quién se le ocurrió la idea de que fuera investido doctor Honoris Causa en la Universidad Autónoma de Madrid. Por otra parte, el juez Garzón, en 1998, utilizando criterios totalmente opuestos a los utilizados ahora rechazó actuar contra Carrillo por crímenes que, según su opinión, habían prescrito, acusando, incluso, a sus promotores de «mala fe procesal» y de «abuso del derecho». De todo esto, Cristina Alberdi, en esa tertulia, ni en ninguna otra, no dijo nada. Y si quiere hablar de crímenes que por lo menos repita las palabras del socialista Indalecio Prieto cuando se refirió a los crímenes «injustificables y estúpidos que uno y otro bando cometieron durante la guerra civil». Yo, por otro lado, recomendaría a esta ex ministra que leyera más, incluso a Rosa Chacel, Victoria Kent, Carmen Martín Gaite, y hasta la misma María Teresa León.
Para terminar su función de mujer progresista, muy recientemente Cristina Alberdi declaró que «el Ministerio de Igualdad es muy positivo, debería haber uno en cada país», para añadir a continuación: «Bibiana Aído lo está haciendo muy bien, avanzado como puede con la situación de la crisis»; es decir, Cristina Alberdi está muy conforme con lo que sobre el aborto nos trajo la miembra, que como todos recordarán, un día dijo que un feto es un ser vivo pero no podemos hablar de ser humano. Y cuando la señora abogada se ha referido a la «crisis» me figuro que será para justificar lo que al parecer ahora ofrecen algunos desaprensivos que no es otra cosa que un descuento para abortar a quienes tengan el carné joven, o sea, los defensores del aborto no han dudado de someter la vida del no nacido a un simple mercado pues para ellos eliminar el feto es sólo cuestión de negocio.

(*) Publicado en el nº 508 de la Revista digital El Risco de la Nava

domingo, 18 de abril de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ, EL POETA MARCADO POR EL DOLOR

El poeta que dicen, y es verdad, que luchó con tres heridas: la de la vida, la del amor, y la de la muerte. El poeta que al no haber tenido el trágico final de García Lorca es, posiblemente, por esta razón el más silenciado de los dos. O también porque como no fue un poeta del agrado de Lorca tuvo como consecuencia que la larga lista de exegetas que tuvo el granadino se olvidaran del poeta de Orihuela, lo mismo que había hecho la generación del 27 que lo maltrató dejándolo en el olvido. Miguel Hernández le hacía sombra a García Lorca y éste no lo podía soportar: por eso el Premio Nobel José Saramago, en la clausura del II Congreso Internacional Miguel Hernández dijo, refiriéndose al día en que Lorca rehusó acudir a casa de Vicente Aleixandre porque se enteró de que allí estaba el poeta de Orihuela: «El talento del genio no da derecho a menospreciar a los demás y eso no se lo perdono a Lorca»[1]. Pero no fue solamente éste el rechazo que tuvo por parte de otros poetas, también sufrió el de Rafael Alberti[2] que «no soportó le robara la etiqueta de poeta de la revolución», nos dice su biógrafo José Luis Ferris[3]. Aunque en este caso la causa también pudiera estar motivada cuando durante la guerra civil Hernández irrumpe un día en el edificio de la Alianza y al ver el festín que se estaba preparando no pudo ocultar su enfado ante lo que él creía, con razón, un gran derroche mientras otros camaradas morían en los campos de batalla, el poeta dirigiéndose entonces a Alberti le dice: «Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta»[4]. Al parecer, estas palabras fueron escuchadas por Mª Teresa León quien muy enfadada se dirige al autor de El rayo que no cesa, y le dice: «No tienes ningún derecho a hablar así de una mujer y extender ese juicio a todas las mujeres de la Alianza. Eso no es de hombres. A la contestación suya, yo le pegué una bofetada».[5]

La vida del poeta fue verdaderamente corta y triste. Él mismo nos lo dejaba reflejado en este hermoso soneto:

Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

Miguel nació un 30 de octubre de 1910 cuando en casa de sus padres, el matrimonio Hernández-Gilabert, ya habían nacido Vicente y Elvira. Después vendrían cuatro hermanas más, pero solamente la última, Encarnación, nacida en 1917, llegaría a sobrevivir. El cabeza de familia, del mismo nombre que el poeta, era muy autoritario y nunca dio la más mínima confianza a sus hijos que, lógicamente, sufrían las consecuencias, no solamente morales sino también físicas. Se dedicaba a negocios de ganado, principalmente de lanar y cabrío que normalmente vendía en el mercado de Barcelona y Zaragoza. Las cosas no le iban mal por lo que apenas cumplidos los cinco años el poeta es matriculado por su padre en un colegio privado llamado Nuestra Señora de Monserrate, donde permanece algo menos de un año. Sus biógrafos, a partir de que abandona este colegio, desconocen dónde siguió sus estudios, si es que los continuó, hasta que en 1918 ingresa en las escuelas del Ave María, pero creen que durante estos dos años, desde que abandona el colegio privado e ingresa en la escuela, el padre le encargaría labores típicas de las tareas familiares entre las que pudieran estar el cuidado del ganado y siempre lo que su corta edad le pudiera permitir. Este trabajo le valió más tarde entrar en contacto con los padres jesuitas y asesorarles en el pequeño rebaño de cabras que estos religiosos tenían en Orihuela.

El tiempo que pasa Miguel Hernández en las escuelas del Ave María, regido por los jesuitas para niños de escasos recursos económicos o de clase media, es de cinco años (1918-1923) hasta su ingreso en el colegio de Santo Domingo regido también por los padres jesuitas. Este colegio «de pago» al padre del poeta no le cuesta nada porque son los mismos religiosos los que a la vista del buen rendimiento del joven deciden, de acuerdo con sus progenitores, trasladarlo a este último colegio. Pero este cambio no sería fácil para el poeta acostumbrado a otro tipo de compañeros que como él procedían de clase más humilde; aunque este cambio no repercutiría en sus estudios donde llegaría a alcanzar excelentes notas que le valieron para ser Príncipe, Edil y Emperador, títulos éstos con que los jesuitas distinguían a sus alumnos más aventajados. Pero esta buena racha que tiene en los estudios no llegaría, para su desgracia, a verla nunca acabada porque su padre, que pasa por malos momentos económicos debido a la muerte de su hermano Francisco que le ayudaba en el negocio del ganado, decide sacar del colegio a Miguel cuando todavía no se habían cumplido dos años de estancia en él. Es cierto que por la educación escolar su padre no tenía que hacer ningún desembolso, pero sí le costaba el mozo que atendía el ganado por lo que tiene que prescindir de él ocupando su lugar Vicente, hermano del poeta, y éste entraría a trabajar en un comercio textil de Orihuela. En buena lógica, la decisión tomada por su padre por motivos económicos, le afectó bastante pues veía cómo se esfumaban sus ilusiones de terminar algún día el bachiller. Los jesuitas intentaron convencer al padre, pero nada hubo que hacer; la decisión estaba tomada porque los ingresos de la familia habían disminuido y necesitaban ese dinero para subsistir. Pero este nuevo trabajo no duraría mucho tiempo ya que el comercio sufriría un grave incendio y Miguel quedaba en el paro. Es entonces cuando su padre le encarga que ayude a su hermano en la tarea del pastoreo que lleva con gran resignación pues tampoco sería la primera vez que realizaba este trabajo.

Durante todo este tiempo Miguel no pierde ocasión de leer todo cuanto cae en sus manos, sobre todo periódicos y revistas que es lo que más tiene a mano y algún libro que le prestan donde siempre espera leer algún poema mientras cuida a sus cabras. Cuando dispone de tiempo, que es muy pocas veces, visita la Biblioteca Pública y allí se encuentra con Bécquer, Zorrilla, Espronceda etc. a los que lee con profunda admiración. A su corta edad el poeta ya sabía lo que quería y que no era otra cosa que escribir poemas mientras realiza el trabajo que le encomendó su padre. Incluso consigue publicar su primer poema en un medio escrito (en este caso en el semanario local El Pueblo de Orihuela), titulado Pastoril, que le sirve para abrir las puertas de futuras colaboraciones en semanarios y revistas como, por ejemplo, Actualidad, El gallo Crisis y Voluntad que le valdría para entrar a formar parte de un pequeño grupo literario donde se encontraba Ramón Sijé que con el tiempo se convertiría en uno de sus principales apoyos hasta tal punto que para algunos «la irrupción de Ramón Sijé en el círculo de amistades de Hernández fue determinante para entender ciertos aspectos de su obra y de su personalidad».[6]

Estos años le sirven al poeta para ir adquiriendo experiencia y preparación hasta que un buen un día decide trasladarse a Madrid con el objetivo de que alguien lea sus poemas y tener la suerte de que puedan ser publicados. Con la primera persona, del mundo de las letras, que se encuentra en la capital de España de la mano de Conchita de Albornoz, hija del político Álvaro de Albornoz, es con Ernesto Giménez Caballero y éste así lo deja reflejado. «¿Qué ha escrito», le pregunta Caballero. «Mire, estos versos; tómelos», le contesta el poeta. «Están manuscritos. No quisiera dejarle sin ellos», le responde Caballero: «No importa, tengo copia. Lea, lea...», dice Miguel. «Bueno, leeré estrofas significativas» termina diciendo el autor de Genio de España.

En cuclillas ordeño
una cabrita y un sueño. (Me gusta.)

Yo me enjoyo la mañana
caminando por las hierbas. (Me gusta.)

En la tarde hay luna nueva
que esta luna nueva: llueva. (Me gusta.)

«Salpiqué la mirada por las hojas sueltas de su cuadernillo. Sabía a la hora que cantaban los pájaros, dormían las ovejas, suspiraban las pastoras y relucía la escarcha».[7]

De este primer contacto el poeta sale muy ilusionado porque en un momento determinado escribe: «Me ha prometido sacarme a flote. Tal vez en este próximo número [El Robinsón Literario] incluya una foto mía con mis trabajos. He roto casi todos los que leíste. El que más le ha gustado ha sido uno que tú conoces y cuyo título es Romance de Pastor».[8]

Al poeta le interesa también encontrar una colocación para tener un mínimo de ingresos con los que poder subsistir y para ello sigue confiando en Concha de Albornoz, pero el tiempo pasa y no encuentra el trabajo deseado. Tiene que acudir a sus familiares y a algún amigo de Orihuela para que le ayuden económicamente, algo que hacen en la medida de sus posibilidades que no es mucho precisamente. Por fin llega la primera ayuda de la mano de un farmacéutico y concejal del Ayuntamiento de Orihuela, Alfredo Serna, que le consigue una subvención mensual de cincuenta pesetas que le hará entrega el propio ayuntamiento. Con este dinero, el poeta se va arreglando, peor que mejor, para seguir en Madrid, pero no por mucho tiempo porque abatido en todos los órdenes decide regresar a su tierra natal donde llega el 20 de mayo de 1932 después de seis meses de estancia en la capital de España. Una vez de nuevo en casa se encuentra con la primera sorpresa: los jesuitas, sus antiguos educadores, habían abandonado Orihuela porque el Gobierno de la República había expulsado la Compañía de Jesús y se había incautado de todos sus bienes. Mientras tanto, el poeta encuentra trabajo en un comercio propiedad del padre de su amigo Sijé, pero no por eso abandona lo que verdaderamente le gusta que no era otra cosa que seguir escribiendo.

En Madrid había fallecido una de las grandes figuras de la literatura española, Gabriel Miró, (1879-1930) y Orihuela le prepara un gran homenaje. Para participar en él se invita a Ernesto Giménez Caballero con lo que Miguel Hernández tendría la oportunidad de volver a ver al hombre que meses antes había conocido en Madrid y del que había esperado mucho más de lo que al final resultó, aunque el escritor dice: «Y fui yo quien lancé en mi revista a Miguel Hernández»[9]. Pero «el discurso pronunciado allí por Giménez Caballero fue una deliberada y constante provocación, hasta el punto de originar un altercado ante las protestas de algunos de los asistentes».[10]

A los pocos días de inaugurarse el busto a Gabriel Miró, el poeta consigue publicar su primer libro Perito en lunas, cuya edición fue costeada por el canónigo de Orihuela Luis Almarcha[11]. Cuando está acabando el segundo libro El silbo vulnerado, escribe al poeta Pedro Pérez Clotet, que dedicaría más tarde un soneto a José Antonio Laurel azul la pólvora homicida, / y bandera la sangre de tu duelo..., al que ya conocía de antes y que sería uno de los falangistas que intentó salvarle la vida, como después veremos. El objetivo de esta misiva no era otro que anunciarle su nuevo libro. Desde este momento se puede decir que las cosas se van arreglando para Miguel que encuentra un nuevo trabajo en una notaría de Orihuela, se fija por vez primera en quien llegaría a ser su mujer, Josefina Manresa, y, además, escribe la pieza teatral titulada La danzarina bíblica, sin abandonar su obra poética. Con este nuevo bagaje, con sus pocos ahorros, y con la ayuda económica de varios amigos, Miguel decide hacer un nuevo viaje a Madrid que tiene lugar en el mes de marzo de 1934. En esta segunda visita al poeta le salen mejor las cosas. Se entrevista con José Bergamín, que dirigía la revista católica Cruz y Raya, y le promete editar su auto sacro adelantándole unas pesetas por los derechos exclusivos. No vuelve, pues, de vacío a su tierra después de haber permanecido algo más de un mes en Madrid.

Un nuevo viaje a la capital de España se produce en el mes de julio una vez finalizado el auto sacramental que entrega a José Bergamín, pero con nuevo título según sugerencia de éste: Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. Miguel vuelve a recibir algún dinero de derechos de autor. Este nuevo paso le sirve para comenzar a codearse con la intelectualidad madrileña. Conoce a María Zambrano y a quien sería su gran mentor José María de Cossío. También a los falangistas Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales. Pero el encuentro con la persona que más habría de influir en él, al menos desde el punto de vista político, tiene lugar con Pablo Neruda que ya conocía algo de la obra de Miguel. Con estos contactos y con la alegría de ver que ya comienza a ser conocido y valorado, regresa de nuevo a Orihuela donde sigue trabajando y viendo sus obras publicadas en varias revistas. También lo que comenzó con miradas furtivas, se convierte en una relación formal con aquella muchacha que se llamaba Josefina.

Un cuarto viaje a Madrid lo realiza Hernández, pero antes se ve obligado a defender a su íntimo amigo Ramón Sijé de los ataques de José Bergamín que considera la revista El gallo Crisis reaccionaria. Una vez en la capital de España vuelve a encontrarse con Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco que intervienen en su favor ante Federico García Lorca para que éste le ayude a estrenar su obra de teatro El torero más valiente en homenaje al torero Ignacio Sánchez Mejías, pero del poeta granadino no obtendrá ningún tipo de respuesta. Con esta desilusión, pero sin dejarse vencer, retorna a su casa de Orihuela donde le espera Josefina a la que no ha podido olvidar ni un minuto durante su estancia en Madrid. Entre tanto la situación política en España se complica y estalla lo que hoy todos conocemos como la Revolución de Asturias porque fue la provincia que más sufrió los efectos de la huelga revolucionaria que el sindicato socialista UGT había convocado. Pero Orihuela era un remanso de paz, allí no había ocurrido nada y Miguel seguía trabajando. Escribe a Vivanco y le comenta: «Voy a pedirte un favor más: ¿por qué no ves a nuestro gran poeta Neruda y le dices que espero desesperado noticias suyas? Y al mismo tiempo, ¿por qué no ves a Federico García Lorca y le dices que cuándo piensa escribirme diciéndome si Cipriano Rivas y la Xirgu han leído mi Torero y qué piensa del pobre abandono mío y si ha intercedido, interesado mucho él por su estreno?»[12]. A los pocos días recibe carta de Pablo Neruda donde ya comienza a notarse que el poeta chileno quería atraer a Miguel Hernández a su causa comunista porque no hace otra cosa que criticar a Ramón Sijé y a su revista El gallo Crisis a la que, como ya había hecho antes José Bergamín, tacha de reaccionaria.

Miguel sigue confiando en Lorca, pero no obtiene de él ningún tipo de respuesta lo que hace que poco a poco se vaya desencantando. Con esta desilusión viaja una vez más a Madrid donde esta vez conoce al poeta falangista Eduardo Llosent Marañón que quedó «deslumbrado por el talento de Miguel Hernández»[13] . Conoce también a la pintora Maruja Mallo, con la que llegaría a tener una relación amorosa y a José María de Cossío, director literario de la enciclopedia Los toros, que le ofrece trabajar con él algo que acepta sin pestañear pues ve así la posibilidad de seguir en Madrid donde piensa que le esperan tiempos mejores. Una vez instalado recibe la visita de su amigo Ramón Sijé y también la de su padre. El primero se encuentra preocupado por las nuevas amistades del poeta y el segundo porque viene acompañando a su hija Elvira, que queda instalada en Madrid porque su marido ha encontrado trabajo en un banco de la capital. Sijé se da cuenta muy pronto del cambio de Miguel debido, principalmente, a la influencia de Neruda; pero los esfuerzos que hace su amigo por recuperarlo no le valdrían de nada porque sus palabras no hacen ninguna mella en él. Conoce también a un joven escritor, Camilo José Cela que más tarde hablaría de esos amores entre la pintora y el poeta: «Miguel Hernández y Maruja Mallo tenían amores e iban a meterse mano y a hacer lo que podían debajo del puente, pero los poetas los breábamos con boñigas de vaca y entonces ellos tenían que irse a la otra orilla a terminar de amarse en la dehesa que allí había ya que, a lo que parece, los toros bravos eran más acogedores y menos agresivos que los poetas líricos»[14]. Esta relación también le valió al poeta para que la pintora se hiciera cargo de los decorados de la obra Los hijos de la piedra.

El trabajo que le ha encomendado José Mª Cossió le lleva una gran parte de su tiempo, pero no por eso deja de escribir e incluso de asistir al homenaje que varios poetas ofrecen a Vicente Aleixandre cuya presentación corre a cargo del poeta Gerardo Diego que más tarde dedicaría un soneto a José Antonio. Aprovechando el verano, y que además el trabajo se lo permite, vuelve a su tierra natal. Una vez instalado acude a la Universidad Popular de Cartagena donde fue invitado para pronunciar una charla sobre Lope de Vega y allí vuelve a encontrarse con la poeta María Cegarra que ya conocía por haber coincidido con ella en el homenaje a Gabriel Miró y con quien llegaría a tener una buena relación hasta tal punto que María llegó a escribir: «Deseo que la lectura de este pequeño libro deje un grato recuerdo, terminándola con los versos de El rayo que no cesa en su versión original, a mí dedicada»[15]. Para María la materia de la poesía no era otra cosa que el espíritu. «Purísima poeta» dijo de ella Giménez Caballero que le prologó el libro Cristales.

Una vez terminadas sus vacaciones en Orihuela, retorna de nuevo a Madrid donde le espera su trabajo en la editorial Espasa-Calpe y el rechazo, una vez más, de García Lorca a quien le desagradaba la presencia del poeta de Orihuela. Escribe a María Cegarra por la que siente algo más que una simple amistad pues además por aquel entonces sus relaciones con Josefina Manresa se encontraban prácticamente rotas; pero aquella no parece «estuviera particularmente interesada por el oriolano, como enseguida se apercibe Miguel al no obtener respuesta a su apasionada misiva»[16] . Pero la vida sigue y parece querer olvidar a María Cegarra asistiendo a las reuniones en casa de María Zambrano y en cuyo corazón parece querer buscar refugio. Por estos mismos días fallece, el 23 de diciembre de 1935, su amigo Ramón Sijé y Miguel se entera por Vicente Alexandre. Es cierto que la amistad de ambos no era la que había sido por culpa del propio Hernández a quien la influencia de esas nuevas amistades le había separado de quien posiblemente más había hecho por él. Pero eso no quita para que el poeta sintiera de verdad la muerte de Ramón Sijé. «Yo estoy dolorido por haberme conducido injustamente con él en estos últimos tiempos. He llorado a lágrima viva y me he desesperado por no haber podido besar su frente antes de que entrara en el cementerio»[17], escribe Miguel a un amigo.

Un pequeño incidente con la Guardia Civil que le detuvo por ir indocumentado cuando paseaba a orillas del Jarama hizo que afloraran las ideas que le venia inculcando Pablo Neruda y decide afiliarse al Partido Comunista[18] y así se lo comunica a Alberti que lo celebra. Después de haber publicado El rayo que no cesa, la Elegía, a su amigo Sijé, y varias colaboraciones en la Revista de Occidente y en Caballo Verde, Miguel ya comienza a ser de sobra valorado hasta tal punto que Juan Ramón Jiménez le dedica un extenso artículo en el periódico El Sol. Las cosas no le pueden ir mejor, pero le entristecía no haber podido asistir al homenaje que dieron al matrimonio Alberti por culpa de la presencia en él de García Lorca cuya incompatibilidad con Miguel es ya bien conocida. Aprovechando las cortas vacaciones de Semana Santa vuelve una vez más a su tierra porque quiere estar presente en el homenaje que Orihuela dedica a Ramón Sijé. También aprovecha la oportunidad para volver a ver a Josefina con la que reanuda sus relaciones amorosas que ya no abandonaría y con la que mantendría un extenso epistolario una vez instalado de nuevo en Madrid donde comienza a escribir El labrador de más aire, aparte de que por aquellos días no pierde las esperanza de que en Buenos Aires le estrenen Los hijos de la piedra, algo que al final no verá realizado.

Llega el verano y el aire que se respira en la capital de España, tanto social como político, está muy enrarecido. El poeta envía una carta a Josefina y le dice: «Están pasando muchas cosas en Madrid estos días. Anteayer, cuando volvía de despedirme en la estación de mi hermana Elvira que ya está en Orihuela, vi disparar a unos guardias contra unos fascistas. Y ayer cerca del restorán donde como, estallaron cuatro bombas en una obra. Hay mucha gente parada, y los albañiles sobre todo, que están en huelga mucho tiempo ya, están desesperados y con hambre. Tengo ganas de que acabe todo esto, porque no va uno seguro por ninguna parte»[19]. A partir de aquí los acontecimientos se precipitan y el 18 de julio da comienzo un periodo triste para los españoles; pero en estos primeros días tiene tiempo de regresar una vez más a Orihuela donde tendría que pasar por el dolor de ver caer asesinado al padre de Josefina, el guardia civil Manuel Manresa, a manos de los rojos. Miguel sigue inmerso en un mar de dudas y no sabe qué hacer hasta que a mediados de septiembre decide retornar a Madrid y enrolarse en el Quinto Regimiento y sale para el frente donde le encomiendan la labor de hacer fortificaciones. Ingresa después en el Batallón de “El Campesino” que le permite ir con frecuencia a Madrid donde sigue con sus contactos con gente de las letras que le sirve para enrolarse en la 1ª Brigada Móvil de Choque que era la encargada de la difusión de la cultura, no incompatible con su nombramiento de comisario político. A pesar de los momentos difíciles por los que se estaban pasando, Miguel todavía tiene tiempo de acercarse a Orihuela, después de su paso por Jaén, donde formó parte del Frente Sur, y pedirle a Josefina que se casara con él algo que consigue el 9 de marzo de 1937 después de una boda civil.

Miguel acude a Valencia para participar en el II Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura y comienza a escribir su obra Pastor de la muerte. El poeta sufre de grandes dolores de cabeza lo que le obliga a hacer una vida tranquila una vez superados emprende viaje a Rusia para estar presente en el V Festival de Teatro Soviético. Algo más de un mes es el tiempo que pasa en la URSS y a su vuelta se encuentra con la agradable sorpresa de que se han publicado sus obras Teatro en la guerra, Viento del pueblo y El labrador de más aire. Algunos biógrafos dicen que a su regreso de Rusia Miguel ya no iba a ser el mismo. Llega cansado y su estado de salud no es del todo bueno lo que le obliga a un descanso en esta ocasión en la localidad de Cox en casa de la abuela de Josefina y es en este lugar donde nace su primer hijo, Manuel Ramón. A partir de aquí la salud del poeta empeora; los viajes que realiza a Madrid, Valencia y Cataluña para cumplir sus compromisos con la causa que él había elegido, le cansan. «La guerra no hizo más que potenciar esos achaques naturales en él»[20]. Y cuando el poeta luchaba para mejorar su delicada salud pierde a su hijo que aún no había cumplido un año: Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío, / abiertos ante el cielo como dos golondrinas...

Un nuevo hijo nacería meses después de la muerte de Manuel Ramón que se llamaría Manuel Miguel y que llega cuando la guerra está tocando a su fin y cuando se publica su obra El hombre acecha. Ante el panorama que se presenta, el poeta no sabe qué hacer. Su viejo amigo José Mª de Cossío le aconseja que abandone España, pero Miguel después de un intento de refugiarse en la Embajada de Chile decide trasladarse a Cox no sin antes pasar por Valencia para recoger el original de El hombre acecha. No encontrándose seguro en Cox regresa de nuevo a la capital de España donde hace por ver al poeta falangista Eduardo Llosent Marañón a quien conocía desde hacía tiempo como ya hemos comentado. Según Ferris, aquél le proporciona «algo de dinero y una carta de recomendación»[21] para el poeta Joaquín Romero Murube, alcaide del Alcázar hispalense, con quien se entrevista. Este le advierte, con los falangistas Sancho Dávila y Julián Pemartín, que Sevilla no es un lugar seguro para él y que es mejor que se marcha de España ofreciéndole pasarse a Portugal donde al parecer Romero Murube «le tenía preparado paradero y residencia en Lisboa»[22]. Sin embargo, la escritora falangista Mercedes Formica, esposa de Llosent Marañón, no nos cuenta este episodio de la misma manera porque dice: «Terminada la guerra, había ido a Sevilla [Hernández] a pedirle que le ocultase –disimulado de pastor– en una finca de la familia, cercana a la raya de Portugal. En casa de Eduardo le dijeron que había marchado a Madrid; al no encontrarlo buscó a Joaquín Romero, alcaide del Alcázar».[23]

Sea una versión u otra la cierta el caso es que el poeta todavía tuvo la oportunidad de que Llosent, una vez en Sevilla, pudiera esconderle, pero según su mujer, «Miguel Hernández nunca llegó»[24] . Otra versión dice que se marcha a «Cádiz en busca de Pedro Pérez Clotet»[25] autor del Soneto a José Antonio, a quien conocía de hacía tiempo. No llega a verle porque se encontraba en Ronda y es entonces cuando decide pasar a Portugal donde llega en muy malas condiciones viéndose obligado a vender su reloj de oro regalo de Vicente Aleixandre. Su aspecto levanta sospechas al comprador temiendo que fuera robado y lo denuncia. La policía portuguesa no hace otra cosa que entregarlo a las autoridades españolas y es entonces cuando comienza un nuevo calvario para el poeta de Orihuela. Primero ingresa en la Prisión Provincial de Huelva, a los pocos días lo llevan a la de Sevilla y a continuación a la cárcel de Torrijos en Madrid. El poeta trata de pedir ayuda a toda costa, ahora es el secretario de la FET valenciana, Juan Bellod, quien no importándole el riesgo que pueda correr elabora un informe favorable a Miguel Hernández, pero al final no serviría de nada. Sus amigos Cossío y el falangista Eduardo Llosent le consiguen un abogado. Sería Diego Romero Pérez, muy amigo del matrimonio Llosent-Formica.

Miguel Hernández durante este tiempo sigue escribiendo sin que ninguno de sus poemas aparezcan en el libro Musa redimida editado en 1940 y en donde aparecen los trabajos de 41 presos que les servirían para la reducción de penas, algo que en un principio no le hizo falta porque contra todo pronóstico el gobernador civil de Madrid ordenó su libertad que a todos coge de sorpresa; era el 8 de septiembre de 1939. Sus amigos siguen insistiendo que salga de España, pero él regresa a Orihuela y una vez más la mala suerte se cebaría en él porque es denunciado y vuelto a detener y llevado al seminario de Orihuela donde habían improvisado una prisión que sería la más dura de todas las que había pasado hasta que lo trasladan a la prisión sita en la Plaza Conde de Toreno de Madrid. Estando en esta prisión le forman Consejo de Guerra el 18 de enero de 1940 y le acusan, entre otras cosas, de haber sido comisario político, de haber intervenido en acciones bélicas contra el Santuario de Santa María de la Cabeza y de haber sido miembro activo de la alianza de intelectuales antifascistas. El veredicto de quienes le juzgan es de «pena de muerte»[26]. A partir de aquí algunas personas se mueven para evitar un trágico final y quienes lo hacen con mayor ahínco son los falangistas Rafael Sánchez Mazas y José Mª Alfaro que acompañan a José Mª de Cossío a visitar al general Varela a la sazón ministro del Ejército. Este, junto con Sánchez Mazas, se entrevistan después con Franco y el 25 de junio, previo los trámites correspondientes, el asesor jefe de la Asesoría y Justicia del Ministerio del Ejército, firma un oficio dirigido al capitán general de la Primera Región Militar dándole cuenta que Franco en el «procedimiento nº 21001 seguido contra Miguel Hernández Gilabert, se ha dignado conmutar la pena impuesta por la inferior en grado»[27] que serían treinta años.

Sobre lo que Sánchez Mazas hizo por intentar salvar la vida de Hernández, nada mejor que transcribir las líneas que el propio poeta le dice a su mujer Josefina:

Esta semana me han dado mejores noticias que otras veces. Hasta me han traído una carta que ha recibido Vergara, en la cual se interesa por mi asunto el ministro Rafael Sánchez Mazas. Tengo bastante confianza en él, ya que es un antiguo amigo y espero que, como amigo, dará solución a esta situación mía.[28]

Este mismo año, en el mes de septiembre, es trasladado a la prisión de Palencia donde intenta que su mujer y su hijo vayan a vivir a la capital castellana sin conseguirlo. Las condiciones de la prisión no son buenas y el poeta enferma. De nuevo lo llevan a Madrid y de aquí a la prisión de Ocaña donde recibe la visita de Cossío y de Dionisio Ridruejo que iba acompañado por los falangistas que componían «el grupo de la revista Escorial»[29], quienes al parecer tenían la intención de hacer cambiar al poeta su posición ideológica ofreciéndole, incluso, la libertad si accedía a ello. Esto se desprende por el testimonio de Luis Fabregat Tarrés, compañero del poeta en sus último días, que dice haberle escuchado estas palabras: «¡Me parece increíble que esos viejos amigos no me hayan conocido mejor! ¡Que hayan venido a verme para hacerme pretensiones deshonestas, como si Miguel Hernández fuera una puta barata!» [30]. Aunque no está muy claro a qué amigos se refería si parece que el principal inculpado es Cossío porque en una carta que escribe al poeta Carlos Rodríguez Spiteri, aunque la letra no era la de él, (pero pudo haber sido dictada) le comenta: «No me recuerdes a Cossío. Recuérdame a los amigos de verdad»[31] . A partir de aquí, quien muy posiblemente haya sido su mayor protector, desaparece de su vida.

Hacia mediados del año siguiente, Miguel Hernández sufre un nuevo traslado. En esta ocasión era algo que estaba buscando porque lo llevan al Reformatorio de Adultos de Alicante donde se encontraría cerca de la familia. En esta época el poeta vive un poco obsesionado con que algunas personas que le visitan quieren que renuncie a su pasado político porque vuelve a referirse a los que desean su regeneración: «Tengo una vida. que puse al servicio de mi ideal, y si tuviera doscientas vidas lo mismo las hubiera dado y las volvería a dar ahora»[32]. Pero esta postura del autor de El rayo que no cesa, no es bien vista por su mujer que culpa al poeta de que su tozudez les está llevando a ella y su hijo a la desesperación por falta de medios económicos que él nunca podrá solucionar porque cae enfermo de tuberculosis y le trasladan al hospital donde le diagnostican la grave enfermedad que ha contraído. Algunos amigos, entre los que se encontraban los falangistas Manuel Augusto García Viñolas, jefe de Cinematografía, y Pedro Laín Entralgo, hicieron gestiones para que el enfermo pudiera ser trasladado al Sanatorio de Valencia donde se trataba, con más garantía, este tipo de patología. No se consigue el traslado a su debido tiempo porque la orden llega cuando ya estaba desahuciado. Pocos días antes el poeta decide contraer matrimonio canónico con Josefina, pero no por su gusto sino más bien por ella; aunque otros opinan que «no lo hacía por proteger a su mujer, sino porque jamás se desprendió de sus sentimientos religiosos».[33]

El poeta fallecía en la madrugada del 28 de marzo de 1942, «siete días después de haber comenzado la primavera»[34] con ello España perdía a uno de nuestros mayores poetas que, como el toro, estuvo marcado por el dolor.

JOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN AZA

Publicado en la revista Altar Mayor nº 94 julio-agosto de 2004. Asimismo en la revista elec-tronica El Catoblepas, nº 47, enero de 2006.























[1] Diario “La Razón”, 31.10.03, pág. 24.
[2] Según Torcuato Luca de Tena, Alberti formó parte de los tribunales populares que mandó al paredón a tanta gente. El poeta le replica en el “Abc” el 18 de marzo de 1993: ...mis abogados estudiarán el alcance y responsabilidad de esas terribles acusaciones... La querella jamás de produjo posiblemente porque tenía el techo de cristal y que más le valía no meterse en berenjenales que recordaran su vera efigie, escribió el 24 de abril de 1997 Luca de Tena en una carta que dirigió al periodista Luis Alberto Cepeda.
[3] Diario “El País”, 12.02.02, pág. 34.
[4] José Luis Ferris, Miguel Hernández. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Madrid, 2002, pág. 399.
[5] María Teresa León, Memoria de la melancolía. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 1970, pág. 289.
[6] José Luis Ferris, Miguel Hernández, op. cit., pág. 76.
[7] Ernesto Giménez Caballero, Retratos españoles. Editorial Planeta, S.A. Barcelona, 1985, pág. 210.
[8] Citado, sin que diga a quién iban dirigidas esas notas, por José Luis Ferris en Miguel Hernández, op. cit., pág. 56.
[9] Ernesto Giménez Caballero, Memorias de un dictador. Editorial Planeta, S.A. Barcelona, 1981, pág. 154.
[10] Enrique Selva, Ernesto Giménez Caballero entre la vanguardia y el fascismo. Pre-textos, 2000, Valencia 1999, pág. 244.
[11] Joaquín Marco, El poeta elemental. Diario “Abc”, 08.03.92, pág. 51
[12] Carta citada por José Luis Ferris en Miguel Hernández, op. cit., pág. 197.
[13] Mercedes Formica, Visto y vivido. Editorial Planeta, S.A. Barcelona, 1982, pág. 194.
[14] Camilo José Cela, Memorias, entendimientos y voluntades. Plaza & Janés Editores. Barcelona, 1993, pág. 118.
[15] María Cegarra Salcedo, Poesía Completa. Editora Regional de Murcia. Murcia, 1987, pág. 277.
[16] Agustín Sánchez Vidal, Miguel Hernández, desmordazado y regresado. Editorial Planeta, S.A. Barcelona, 1992, pág. 174.
[17] José Luis Ferris, Miguel Hernández, op. cit., pág. 278.
[18] «Si ser bueno -dice Efrén Fenoll en el diario “Abc” el 28.03.92, pág. 48-, humanísimo y tener un exaltado ideal de la justicia y un sentido honrado de la libertad, es ser hombre de izquierdas o ser comunista, no cabe duda que Miguel “lo sería “; pero dicho esto, debo aclarar que, cuando sentía así, él no tenía un conocimiento exacto de lo que era el comunismo, como tampoco tenía preocupación ideológica por la filosofía marxista».
[19] José Luis Ferris, Miguel Hernández, op. cit., pág. 323.
[20] Ibid., pág. 391.
[21] Ibid., pág. 410.
[22] Diario “Abc”, 16.11.01, pág. 46.
[23] Mercedes Formica, Escucho el silencio. Editorial Planeta S.A. Barcelona, 1984, pág. 69.
[24] Ibid., pág. 72.
[25] José Luis Ferris, Miguel Hernández, op. cit., pág. 411.
[26] Juan Guerrero Zamora, Proceso a Miguel Hernández. Editorial Dossat, S.A. Madrid, 1990, pág. 149.
[27] Ibid. pág. 159.
[28] Josefina Manresa, Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández. Ediciones de la Torre, 2ª edición. Madrid, 1981, pág. 114.
[29] Agustín Sánchez Vidal, Miguel Hernández... op. cit., pág. 306.
[30] Palabras recogidas por Claude Couffon en su libro Miguel Hernández y su tiempo, y reproducidas por José Luis Ferris en Miguel Hernández, op. cit., pág. 463.
[31] Agustín Sánchez Vidal, Miguel Hernández...op. cit., pág. 306.
[32] Palabras de Antonio Ramón Cuenca recogidas por Pedro Collado en su libro Miguel Hernández y su tiempo, y que a su vez recoge José Luis Ferris en Miguel Hernández, op. cit., pág. 469.
[33] Miguel Signes, Conversaciones en la cárcel, diario “Abc”, 28.02.92, pág. 50.
[34] Gonzalo Cerezo Barredo, El dolor y la muerte en la poesía de Miguel Hernández, diario “La Nueva España”, 02.07.50, pág. 6.