sábado, 2 de octubre de 2010

OVIEDO NO TUVO SU PICASSO

José María García de Tuñón
No hace mucho tiempo que finalicé la lectura del libro de Jesús Salas Larrazabal que escribió en 1987 y al que puso como título: Guernica. Ríos de tinta corrieron sobre las bombas, lanzadas por los aviones de la Legión Cóndor, que cayeron sobre esta localidad vasca el 26 de abril de 1937. La gran mayoría de las informaciones, siguiendo la enorme propaganda de la República, exageraron sobre el número de víctimas que había producido el bombardeo, llegando a barajarse cerca de los dos millares. Sin embargo, un riguroso estudio de Salas Larrazabal llega, en un máximo exceso, a dar la cifra de 120 muertos. Que el nombre de Guernica haya ingresado en la historia como sinónimo de de terror fascista se debe, principalmente, a Pablo Picasso. Éste no pintó su cuadro impactado por el horror. En realidad, recogió unos apuntes realizados anteriormente, pues si se trata de un bombardeo hay que mostrar aviones, y bombas. Picasso sólo pintó un toro, un caballo y una mujer, lo que ha dado motivo a que algunos historiadores se preguntaran: «¿Qué tiene que ver eso con Guernica?».
A Oviedo le faltó un Picasso cuando este mes se han cumplido 74 años de la tragedia que produjeron las bombas de la aviación republicana. Unos 120 ovetenses –coincidencia con el número de muertos de Guernica– que se encontraban en los sótanos de un edificio de la calle Caveda que servía de refugio a cientos de personas, perdieron la vida aquel día, según recoge un diario de la capital del Principado el pasado día 21. Un testigo de aquella matanza, José Manuel García Peruyera, dice que el 10 de septiembre de 1936 perdió a su madre, María Luisa, sus hermanos gemelos, Miguel Ángel y Luis y a sus tías Ángeles y Eloína. José Manuel, que sólo contaba 8 años y que se encontraba en el refugio momentos antes de que cayeran las bombas, pudo salvarse y ahora contarlo, porque su madre le había encargado ir a la farmacia más próxima a comprar unas papillas.
Ahora la obsesión de García Peruyena, es saber dónde se hallan los restos de los cadáveres: «Pueden que estén en la zona de la iglesia de Santullano, debajo de la autopista, porque un cura me dijo que allí estaban enterrados algunos y se supone que los llevaron al viejo cementerio que estaba en el Prau Picón», explicaba durante aquellos días en los que rendía su particular homenaje a las víctimas, recoge el periódico ovetense La Nueva España, quien también añade que hace cinco años entregó una carta a Zapatero, en la fiesta de Rodiezmo, donde solicitaba ayuda para los que, como él, vivieron parte de su infancia entre la bombas de Oviedo y quedaron huérfanos. La ayuda, según parece, nunca llegó, claro, eran muertos del otro lado.

(*) Artículo publicado originalmente en el nº 530 de la revista digital El Risco de la Nava

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