jueves, 25 de marzo de 2010

Inquietudes

INQUIETUDES

José Mª García de Tuñón (*)
Bajo este título, a principios de este mes, publicaba en el diario Abc un artículo el teniente general del Ejército de Tierra Agustín Muñoz-Grandes Galilea, donde mostraba su inquietud «al sucederse hechos que, apoyados en disposiciones legales que parecen ignorar valores, sentimientos y arraigadas tradiciones, permiten interpretaciones sesgadas de la historia que reavivan pasiones ya enterradas». Para ello el ilustre militar comparaba un decreto firmado por el presidente de Filipinas a mediados del siglo XIX donde resaltaba el heroico comportamiento de los bravos soldados españoles que defendían la guarnición Baler, disponiendo, además, que no fueran considerados como prisioneros, sino como amigos, facilitándoles, incluso, un pase para su regreso a España, con la decisión del Ayuntamiento de Toledo de principios de este año aprobando el cambio de nombres de algunas calles de la ciudad, entre ellas la del general Moscardó y la de Antonio Ribera denominado el «Alcázar de Toledo».
En el mismo artículo hace una breve biografía del fundador de la Legión, el condecorado general Millán Astray, tuerto y manco de sus heridas de guerra –que un día con Dionisio Ridruejo, ante un Cristo imaginario, repitieron el juramento de la Legión– y que ahora, en el 90 aniversario de la fundación de la Legión, el Ayuntamiento de La Coruña mandó retirar la estatua de su Hijo Predilecto cuando, paradójicamente, el Gobierno enviaba a Afganistán legionarios que componen la X Bandera «Millán Astray» del 4º Tercio «Alejandro Farnesio» de la Legión.
Al mismo tiempo, con algunos días de retraso, un buen amigo, Ramón García-Moliner González-Regueral, me enviaba la copia de una carta suya, publicada en los periódicos de León, donde lamentaba que en esta ciudad se levantara un monumento al anarquista Buenaventura Durruti que, presuntamente, había sido el asesino de su abuelo –cuando había cesado como gobernador civil de Vizcaya–, Fernando González-Regueral, abatido de manera «canallesca y cobardemente el 17 de mayo de 1923»; añadiendo además que «en su condición de nieto de González-Regueral y representante de la familia se me ocurre pensar, si en un momento determinado alguien preparase un homenaje a quienes fusilaron al capitán Lozano, qué pensaría el actual presidente del Gobierno, pero estoy seguro que no le gustaría nada como nos ocurre a la familia González-Regueral».
Así es, pues, la memoria histórica de algunos histéricos que nos gobiernan.

(*) Publicado en la GACETA SEMANAL DE LA HERMANDAD DEL VALLE DE LOS CAÍDOS
Nº 504 – 22 de marzo de 2010